Llegamos a fin de año y toca el último post y la consiguiente reflexión.

En esta ocasión es harto complicado expresar lo que he vivido, sentido y aprendido en estos 351 días.

Son momentos de resumen, de proyectos y de esperanza.

Este solo está dedicado a la parte personal y en unos días escribiré el profesional.

Parte personal

Nunca me había tocado vivir un año como este, ni mi generación, ni las anteriores, habíamos vivido una situación como esta. Cuando me especialicé y trabajé en microbiología, veía las pandemias como algo lejano, algo que en nuestra sociedad moderna no pasaría, creía que todos los avances tecnológicos actuales impedirían la magnitud que ha alcanzado la COVID 19. Palabra y número malditos en la memoria colectiva de la sociedad. Palabra que lo ha puesto todo patas arriba. Nunca antes en mi vida he visto tanto enfado, ira, crispación, egoísmo, crítica destructiva, actitudes reactivas, falta de empatía y ausencia de moral.

Soy optimista por naturaleza- lo que no quiere decir que sea un optimista iluso e irreal- pero esta crisis ha sacado lo peor de muchas personas y dudo que hayamos aprendido algo. Recirculamos eufemismos tales como: saldremos reforzados, saldremos más sabios, habremos aprendido la lección… etc. Salvo en honrosas excepciones, percibo como el caldo destructivo reinante ha alimentado el odio y la polémica vácua y estéril.

Nunca antes había visto tantos titulados – sin serlo – Premios Nobel, virólogos y microbiólogos juntos. Los expertos alimentaban debates en los que exponían su expertise – sin  ninguna experiencia al respecto – en geopolítica, gestión de pandemias globales, economía – macro y micro-, matemáticas, etc. He mantenido debates con personas que me discutían lo que significaba un dato acumulado, es como discutir porqué uno es uno. Aquí ,la responsabilidad de los medios en darlos cómo lo han hecho, es cuando menos cuestionable.Se iba generando así una bola de datos acumulados que solo reflejaba una parte de la película y, además, era una que generaba angustia, miedo e incertidumbre conforme pasaban los días. ¿ Para qué?

También he observado la crítica realizada bajo los sesgos ideológicos, algo que es muy común en una clase que pocas lecciones puede dar en esta pandemia: nuestra clase política. Me ha parecido bochornoso, poco ético y carente de moral alguna, el circo político que han montado todos, como si fueran ajenos a lo que estaba pasando. También me ha parecido lamentable que solo un diputado – Odon Elorza – haya devuelto las dietas de desplazamiento durante los dos primeros meses de confinamiento, el resto de los 349 diputados: NINGUNO. Les debe parecer moral y éticamente correcto, pero también se lo debe parecer a los medios de comunicación que casi no se han hecho eco.

Ya la gestión política de la pandemia ha sido la acorde al nivel de políticos sin ninguna experiencia, no solo en gestión de pandemias, sino en muchas otras cosas. No ha habido un criterio sobre muchos elementos de esta crisis, no ha habido un comité de expertos- aunque ellos decían que sí – y no ha habido uniformidad para homogeneizar la gestión de la crisis. Surgían entonces enfrentamientos entre comunidades y el gobierno, ¿resultado? : desgobierno manifiesto. Partidos que aprovechaban la crisis para rescatar viejas peticiones cuando lo que realmente importaba era la crisis sanitaria. La OMS que se supone debería haber puesto orden, guía y criterios universales , solo ha funcionado a posteriori. Un suspenso también para ellos.

Soy pesimista en que después de esta crisis no llegue otra y de mayores consecuencias, los peligros que aprendí en la carrera requieren de preparación y de concienciación y, nuestra clase política está en otra guerra. Mientras no cambiemos estructuras y refundemos la política, estaremos condenados a repetir una y otra vez viejos errores que, en la era de la movilidad, supondrán un peaje cada vez mayor. Este microorgamismo no te pide el carnet del partido, pero parece que nosotros nos empeñamos en creer que sí, para él, todos somos iguales, aunque somos diferentes, tristemente muy diferentes. Me aburren los que afirman que no tienen un sesgo y curiosamente siempre reaccionan ante hechos de un determinado tinte y NUNCA lo hacen con los de su sesgo. Claro no lo quieren reconocer tal y como afirma Steven Pinker en su libro «En defensa de la ilustración».

Hace un tiempo escribí «El poder de la interconexión» junto a una gran amiga mía llamada Edita Olaizola. Como Biólogo se nos enseña desde primero que estamos interconectados y que la acción del hombre altera el perfecto equilibrio de los ecosistemas. Construir muros e islas altera el ecosistema natural en el que todos nos relacionamos: donde miramos de igual a igual al otro, respetamos su libertad sin juzgar sus actos y no ejercemos cesura alguna sobre ellos. En esta crisis me encontrado con personas que me dicen lo que tengo o no que hacer con mi vida social, que si debo salir de viaje, que si debo salir a restaurantes … ¿Acaso me meto en la vida privada de los demás? Nunca me gusta entrometerme y juzgar a los demás, no cuestiono sus decisiones, pero en esta crisis ha habido una cantidad ingente de cromañones que han ejercido su libertad invadiendo la tuya. Claro, existe otro eufemismo muy peligroso: la libertad de expresión. Libertad es un concepto difuso para unos, indeterminado para muchos y subjetivo para todos. Yo no opino públicamente si haces esto o lo otro, en privado te lo diría.

La falta de empatía hacia las personas que les toco bailar con la más fea ha sido notoria, ni 15 días les dieron para empezar a arremeter contra ellos. Si somos inteligentes, y realmente hemos aprendido la lección, tomaremos las decisiones que tengamos que tomar para asegurar la salud de la población española: relevos, despidos, nombramientos. Para que veáis que en este escrito no hay sesgos pienso que hay que relevar a Ministros que no tienen formación sanitaria, pero ¿en manos de quién estamos? No podemos permitirnos el lujo de poner como portavoz de la crisis a un señor sin experiencia previa en comunicación, me refiero a Fernando Simón, no podemos ocultar a la población los nombres del comité de expertos – que aseguran existe – , etc, etc.

La intolerancia ha sido otra de las palabras. Dejemos de hacer lo que hacen los partidos – sí, los de izquierdas y los de derechas- en cada legislatura: destruir. Somos tan miopes y catetos, que una idea surgida de un partido- NUNCA y NINGUNA-  puede ser adoptada por el partido contrario. ¿Resultado? : la casa sin barrer desde hace decenios y la contribución al I+D en España a la cola de Europa entre otros muchos desastres como el sanitario por ejemplo y la fuga de cerebros. Pero no te engañes, esto lo hacen los unos, y los otros. ¿Qué hacemos con todos los sanitarios que se van de nuestro País? ¿en qué condiciones pagamos a los que se quedan? Eso sí, discutan Vds. políticos que así prolongarán sine die sus carreras a costa del erario público.

Todos hemos sufrido, pero parece que solo algunos tienen la potestad de levantar la voz para arremeter y los demás no. Los que queremos construir observamos atónitos la política de destrucción masiva que siguen estas personas.

Algunos solo difunden desesperanza y otros luz. Quiero dedicar estas líneas a un compañero de trabajo fallecido recientemente: Óscar Villanueva. Él era luz, esperanza, humor, optimismo, amor. Todo el mundo le queríamos, hacen falta muchas más personas como él, la vida en ocasiones no es justa. Pasé momentos duros con él, pero la edad y la evolución como personas todo lo cura. Todavía no me lo creo. Te echaré de menos amigo mío, descansa en paz.

Aquí en esta historia solo han un héroe: los sanitarios. A mí me ha tocado vivirlo en primera persona durante dos meses con una persona muy importante para mí. He sufrido como nadie en este año con este ingreso hospitalario, he comprobado la saturación de los servicios sanitarios navarros, solo con observarles la cara se te caía el alma a los pies. En la carrera seguro que no te preparan para esto. Me intentaba poner en su lugar, tengo amigos médicos, enfermeros,…, pero seguro que me quedaba a años luz de lo que sufren todos los días. Paradógicamente, nos hemos vuelto más pétreos no  más sensibles, nuestro cerebro reptiliano nos grita : !sálvese quien pueda!. Pensaba en el miedo que  nuestros sanitarios tenían de contagiarse por no dañar a sus familias, pero ellos seguían luchando,  seguían exponiéndose, su salud quedaba en un segundo lugar, ellos SÍ que tienen vocación de servicio a los ciudadanos. Si se extendiera a la clase antes mencionada, otro gallo o corral entero nos cantaría. Hagamos una reflexión señores, si queréis claro -no soy quien para darte consejos- sobre nuestro papel en esta pandemia.

He observado que muchos adoptaban la postura cómoda, la de poner su vida en manos de los demás, poner su futuro en manos del gobierno de turno. ¿Acaso piensas que le importas? No quiero caer en la generalización pero es que muchos cargan la fama que los justos pagan. Conozco políticos con verdadero compromiso y espíritu de servicio a los demás, pero no se les oye, quedan sepultados bajo toneladas y toneladas de famoseo barato que copa los medios a todas horas. Son la nueva casta: los celebrities políticos.

Esta actitud reactiva ha abundado mucho, no nos responsabilizamos de nuestros actos y echamos balones fuera como cuando éramos críos y le decíamos a nuestra madre: «es que el profe me tiene manía». Nosotros no tenemos la culpa de nada y nunca, son los politicos. En Abril veía cuadrillas de niños de 10 años en grupos de 10 sin mascarilla cerca de donde vivo, salías a pasear cuando la famosa regla 1+1+1+1 y NADIE llevaba mascarilla, un mes más tarde veías mesas de terraza sin distancia entre ellas, y las sillas tampoco, veías playas atestadas y claro, como el virus moría en la orilla, charlábamos plácidamente sin mascarilla en la orilla, ¿y qué me dicen de los aerosoles? como no había comité de expertos, no se dijo que en el exterior existe el viento y que este esparce gotículas. No soy más listo que nadie, pero si observas con uno poco de sentido común y una actitud responsable, seguro que todos podemos hacer uno poco más de lo que hacemos. Ya lo dije en este vídeo de Mayo:

Y claro, ahora tenemos el encendido de Navidad, y todos atraídos por las luces atestamos las calles de las ciudades como si no hubiéramos aprendido nada. Echamos a culpa a los que nos tienen que dar las directrices -como si fuéramos borregos sin criterio- y como estos están de fiesta, pues hala, todos a la calle para volver a castigar a nuestros sufridos sanitarios. Me parece pueril y muy peligroso no asumir que nosotros tenemos el poder de cambiar las cosas, que no son otros, somos nosotros los que decidimos.

Miremos a los ojos a los sanitarios, a nuestros padres, a nuestros abuelos, y decidamos si elegimos dañarles o no. Si decidimos que nada nos importa, que somos semidioses al los que nada hiere, estaremos sembrando el paro del futuro, porque aunque no lo sepas, la economía sufre la crisis más potente de cuántas hemos tenido nunca, y tanto si eres joven como si no, todo a lo que contribuyas con fiestas, botellones, etc, te volverá como un boomerang en forma de paro, precariedad laboral , etc, luego no te quejes.

Hasta aquí la parte crítica que necesitaba sacar. Ahora terminaré con la parte positiva: la esperanza.

Todo esto pasará, dejará una huella indeleble en nuestros corazones, y nos recuperaremos como lo hemos demostrado en todas las crisis sanitarias y económicas que han acaecido en la historia del ser humano. Si quieres datos y cifras que avalan esta afirmación, lee el libro de Stephen Pinker que te he comentado antes. Vendrán otras crisis, seguro, pero el ser humano ha demostrado su fortaleza una y otra vez. No saldremos de esta crisis lo mismo que entramos. Muchas empresas han cerrado, muchas personas están sufriendo económicamente, otras han perdido seres queridos, relaciones que se han esfumado, todo esto me duele, pero te diré que existe un salvavidas: la esperanza. ¿Qué nos queda si no ?. Muchos critican todo lo que huela a positivo, a optimismo, a esperanza y felicidad, y lo hacían años antes de la pandemia, imagina lo que dicen ahora.

La esperanza es el motor de la motivación humana, es el futuro favorable es el que nos anima y reúne todos nuestros recursos para seguir el la lucha por vivir.

¿Qué aporta la negatividad?, ¿la desesperanza?, ¿la ira?, te lo diré. NADA. Si continuamos por ese camino arrasaremos todo a nuestro paso, amigos, parejas, trabajos, padres, etc. La negatividad no solo instala una visión túnel en el ser humano, sino que destruye todo a su paso, afecta al correcto funcionamiento de la parte ejecutiva del neocortex. ¿Qué ha sucedido en esta pandemia? , ha ocurrido que un exceso de emociones destructivas, unidas a un colapso – motivado por la abundancia – de la corteza prefrontal cerebral encargada de la regularlas, ha hecho que nuestro juicio haya sido erróneo, desviado y carente de perspectiva. El neurocientífico Antonio Damasio demostró que un daño estructural en la corteza prefrontal conducía a una ausencia de regulación emocional. No hemos regulado, no hemos dado a basto a regular tanta cantidad de emociones destructivas con las que hemos tenido que lidiar, y una de ellas es el miedo, principal veneno de la esperanza. Esta emoción nos ha mermado, nos ha impedido soñar, nos ha impedido sonreír, ayudar, construir… Se ha aliado con la angustía, el enfado perpetuo, la ansiedad y la incertidumbre. Son tiempos difíciles para regular.

De esta salimos, seguro, y albergo en el fondo de mi corazón, que hayamos aprendido algo, que seamos algo más humanos, que amemos más y critiquemos menos, que juzguemos menos y hagamos más autoevaluaciones, que seamos un poco más humildes – esta virtud ha brillado por su ausencia-, que pensemos si lo que vamos a decir o hacer ayuda o no a alguien, y si no lo hace, no vayas de listo por favor, que el mundo ya está lleno de ellos.

Para finalizar, te dejo este vídeo cortesía de Unai Bakero:

Como me he extendido demasiado, la parte profesional la haré en otro post.

Gracias por haber llegado hasta aquí y, si te ha gustado y lo compartes te lo agradeceré-;)

Iosu Lázcoz Iso

www.iosulazcoz.es